Hoy vamos a darle el merecido protagonismo a uno de los ingredientes más completos desde el punto de vista tanto nutritivo, medicinal como terapéutico. Este producto milenario comenzó hace apenas un par de décadas a darse a conocer comercialmente en el mundo occidental, y por suerte para la salud de todos ya está bastante más integrado en nuestra dieta a día de hoy.
El jengibre es de sabor picante y alimonado. Este tallo subterráneo, estrella de la cocina asiática, no solo aminora el sabor intenso a mar de los mariscos y pescados (equivalente a la función del limón en lugares como los países mediterráneos), aromatiza los guisos de arroz, las salsas agridulces, los postres y las bebidas frías y calientes, sino que está considerado un remedio eficaz para el alivio de problemas intestinales, náuseas, vómitos… aparte de resultar un buen antiinflamatorio y antiséptico. Los países anglosajones crearon en esta era moderna el término «superfood» (súper alimento) donde engloban a todo producto alimenticio que contenga múltiples beneficios y aportes nutricionales, y por supuesto, el jengibre se encuentra en un lugar privilegiado dentro de este noble grupo.
Actualmente el principal país productor es India, que copa por encima del 50% del total mundial. Otros grandes productores son China, Jamaica, Nepal, Tailandia, Sri Lanka, Nigeria, Bangladesh y Filipinas.
Las múltiples propiedades del jengibre se deben sobre todo a su riqueza en aceites volátiles. También posee sustancias fenólicas (denominadas gingeroles, shoagoles y gingeronas), enzimas proteolíticas, ácido linoleico, vitaminas (especialmente vitamina B6 y vitamina C) y minerales (calcio, magnesio, fósforo y potasio).